Recuerdo la primera vez que me miraste.
Era invierno, hacía frío. Algo que siempre hubo entre
nosotros.
Frío ardiente, calor helado, siempre ha sido así.
Tomábamos café para darnos calor y apurábamos hasta los
posos. No queríamos sentirnos abandonados. Éramos solitarios acompañados
buscando el fuego entre tanta nieve.
Y casi morimos en la hoguera.
Nos quemamos por juntarnos, por ser brujos de la noche, por
causar problemas.
Nos quemamos por querer consumirnos, por nuestras ansias de
no morir congelados y al final, acabamos
siendo cenizas que se quedaron en el cenicero de algún bar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario